La librería Sant Jordi, un referente cultural en el corazón del barrio Gótico de Barcelona, está a punto de convertirse en otra víctima de la especulación inmobiliaria. Fundada en 1983 por los padres de Josep Morales, quien tomó las riendas del negocio en 1998, este espacio ha sido durante décadas un refugio para los amantes de los libros y un símbolo del comercio local en una ciudad cada vez más asfixiada por los intereses del capital.
La historia de Sant Jordi está marcada por la lucha contra las adversidades. En 2014, la librería ya estuvo al borde del cierre debido a una subida desorbitada del alquiler. En aquel momento, Josep Morales concursó en el programa de cesión de locales comerciales municipales con rentas por debajo de los precios de mercado (bajos de protección oficial), una política impulsada por Barcelona en Comú para proteger el comercio local. Se les concedió uno que respondía a sus necesidades. Sin embargo, y pese al esfuerzo municipal y del libretero, esta iniciativa no llegó a materializarse.
Tras la muerte de Josep Morales en diciembre de 2024, la situación se ha agravado. Una nueva subida del alquiler, imposible de asumir, ha colocado a Sant Jordi en una cuenta atrás para su supervivencia. Durante las pasadas Navidades, la ciudadanía respondió con una muestra masiva de apoyo: colas interminables de personas se formaron frente a la librería para comprar libros, en un gesto colectivo que evidenció el valor emocional y cultural que este espacio tiene para Barcelona.
Ante la urgencia, Barcelona en Comú presentó en enero una propuesta en la comisión de Cultura del Ayuntamiento, que fue aceptada, instando al PSC a utilizar todos los organismos, las herramientas y los recursos disponibles para salvar la librería. Sin embargo, a una semana de su posible cierre, la situación sigue sin resolverse.
La situación de Sant Jordi no es un caso aislado, sino un síntoma de un problema estructural: la especulación inmobiliaria que no solo afecta a la vivienda, sino que también expulsa a los pequeños comercios vaciando de vida los barrios históricos de la ciudad. Mientras el reloj avanza hacia el 28 de febrero, fecha marcada como posible cierre definitivo, la pregunta no es solo si se salvará esta librería, sino si Barcelona está dispuesta a proteger su tejido comercial y cultural frente a los intereses del mercado.