El plan de Eixos Verds, impulsado por el gobierno de Ada Colau y archivado por el actual alcalde, Jaume Collboni, podría haber evitado hasta 178 muertes prematuras al año y reducir las temperaturas en la ciudad, según un estudio del Instituto Global de Barcelona (ISGlobal). La iniciativa preveía reverdecer un tercio de las calles de la ciudad y aumentar la superficie de espacios verdes del 7,3% al 10,9%, con impactos directos en la reducción de la contaminación y el efecto isla de calor. Sin embargo, el actual gobierno municipal lo ha descartado alegando su elevado coste de mantenimiento.
El estudio subraya que la falta de espacios verdes en Barcelona es un problema estructural. Actualmente, la ciudad está muy lejos del 25% de superficie verde recomendada para las grandes urbes. Además, las pocas zonas verdes existentes están mal distribuidas, concentradas en la periferia y dejando sin acceso a ellas a buena parte de la población. El plan de Eixos Verds, en cambio, garantizaba una distribución equitativa de estos espacios en toda la ciudad, lo que habría supuesto un impacto directo en la salud de la ciudadanía.
El gobierno de Collboni ha justificado su decisión asegurando que el mantenimiento de los actuales ejes verdes en el Eixample cuesta 1,1 millones de euros anuales y que aplicar el modelo a toda la ciudad supondría un gasto insostenible. En su lugar, el Ayuntamiento apuesta por un “nuevo modelo” de pacificaciones con costes más reducidos, aunque sin especificar qué mejoras reales tendrá sobre la calidad del aire y la salud pública.
Como alternativa al plan de Eixos Verds, ISGlobal ha analizado el impacto del Plan Director Urbanístico Metropolitano (PDUM), que también prevé aumentar los espacios verdes para 2030. Sin embargo, los investigadores concluyen que este modelo evitaría solo 53 muertes anuales, menos de un tercio de las que podría haber prevenido el proyecto de Colau. Además, el PDUM no garantizaría una distribución equitativa de las zonas verdes, dejando sin beneficios a muchas zonas de la ciudad. “El PDUM tiene un impacto más limitado en la salud porque sus intervenciones están más localizadas y no se distribuyen de manera equitativa”, advierte Mark Nieuwenhuijsen, director del programa de Clima y Salud de ISGlobal.