Barcelona ha recibido más de 750.000 cruceristas entre enero y mayo de 2025, lo que supone un aumento del 16,9 % respecto al año anterior. En total, se han contabilizado 1,2 millones de movimientos en el Port de Barcelona, que ha implantado un nuevo sistema de cómputo junto a Turisme de Barcelona. El repunte del turismo de cruceros se produce en un momento de fuerte presión sobre los barrios más céntricos y en plena emergencia climática, habitacional y social.
A pesar del auge de cruceristas, otros indicadores del puerto van a la baja. El tráfico de ferris ha descendido un 2,3 %, y las conexiones con Italia han caído casi un 19 %. También el transporte de vehículos ha bajado un 7 %, y el movimiento total de mercancías ha retrocedido un 1,8 % en comparación con el año pasado. Solo los líquidos a granel —especialmente hidrocarburos— crecen con fuerza, un 24 %, mientras los sólidos a granel se desploman casi un 19 %.
El tráfico de contenedores se ha reducido un 5,8 %, afectado por la caída del transbordo, aunque el Puerto presume de mantener una buena conexión internacional, con aumentos destacables en el tráfico con países como China, India, Corea del Sur o Arabia Saudí. Sin embargo, la gran protagonista es la industria del crucero, que sigue aumentando sin que el gobierno municipal del PSC ponga límites efectivos al impacto que genera.
Vecinos y entidades sociales denuncian desde hace años las consecuencias del modelo turístico basado en los cruceros: contaminación del aire, saturación del espacio público, encarecimiento de la vivienda y expulsión de población local. A pesar de las protestas y las demandas de decrecimiento turístico, el Ayuntamiento sigue apostando por cifras récord y por una política de crecimiento económico que ignora los límites del territorio y la calidad de vida de quienes habitan la ciudad.