Organizar el futuro de Cataluña en tiempos de cambio, un reto común de la izquierda

Corren tiempos de desencanto para la izquierda en Cataluña. Los últimos ciclos electorales han situado a Esquerra Republicana de Cataluña […]

Corren tiempos de desencanto para la izquierda en Cataluña. Los últimos ciclos electorales han situado a Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Catalunya en Comú (Comunes) y la Candidatura de Unidad Popular (CUP) en un rincón de reflexión. Un universo de tradiciones, fuerzas políticas y movimientos sociales que constata cómo, tras un ciclo político muy intenso en movilizaciones, ahora la rebelión ha cambiado de bando y son las derechas más reaccionarias las que interpelan cada vez a más gente que vive el presente con angustia y mira al futuro con miedo.

La superposición de crisis en los ámbitos económicos, sociales y ambientales está derivando en una crisis sistémica donde la propia democracia se encuentra más frágil que nunca. Cada vez más personas sienten y padecen las consecuencias de la crisis climática y el aumento de las desigualdades económicas. La sequía, la DANA, Trump, Meloni, los fondos buitre, la masificación turística, las guerras judiciales, dibujan un escenario de angustia perpetua. A la vez, vivimos unos momentos en los que la política institucional está cada vez más alejada de la vida de la gente. No olvidemos, sin embargo, que son fuerzas progresistas las que han gobernado más tiempo las principales instituciones estatales, catalanas (aquí con un Junts ideológicamente desorientado) y locales en los últimos años. Una lección a extraer es que gobernar gestionando intereses contrapuestos y haciendo equilibrios entre el capital y la vida, acaba diluyendo la fuerza transformadora que las izquierdas aportan. Cada oportunidad perdida en una institución es una losa más en la espiral de decepción que nos desmoviliza y abre las puertas a fuerzas políticas que desafían nuestro marco de convivencia.

Con un PSC instalado en el orden y en el contentamiento de las élites, el resto de fuerzas de izquierda hemos retrocedido en votos y hemos visto reducida nuestra presencia en las instituciones. El castigo electoral obliga a ERC, Comunes y CUP a afrontar los próximos años apartados de una centralidad política que hoy ocupa el PSC y, en menor medida, Junts. El cambio de clima social se ha trasladado al ámbito electoral.

En este contexto y con la necesidad de digerir una serie de malos resultados electorales, hace unos días Catalunya en Comú celebró su IV Asamblea Nacional. El agotamiento de un ciclo político y la incertidumbre de la fórmula que tomarán las alianzas estatales impactan de lleno en el momento político de un espacio que, con apenas una década de existencia, se ha visto sometido a cambios de nombre, de caras visibles y de alianzas. La pulsión desconfiada en el ámbito estatal planea en el espacio político de los comunes, a pesar de compartir diagnósticos, agendas y propuestas programáticas dentro de la pluralidad de actores que lo forman.

La construcción de una cultura común en la organización política de un espacio como los Comunes solo puede producirse abrazando su diversidad y haciendo de ella su mayor fortaleza. Un espacio que aspira a movilizar a la ciudadanía en favor de una transformación ecosocial de Cataluña, sobre la base de un nuevo catalanismo de base popular, solo puede ser exitoso siendo acogedor y fraterno. La apuesta por salir del atolladero en el que nos encontramos tanto los Comunes como el resto de fuerzas de izquierda pasa por evitar toda pulsión de repliegue identitario que conlleve un retorno a lógicas del pasado y afrontar el reto de organizar los anhelos de progreso de una sociedad catalana cansada de ver cómo los partidos apuestan por lógicas competitivas y no colaborativas a la hora de resolver los conflictos políticos, económicos y sociales en nuestro país.

No podemos mirar hacia atrás con la esperanza de que lo que funcionó entonces sea válido ahora. El futuro necesita nuevas respuestas y un nuevo espíritu colectivo que pase por consolidar un espacio común abierto a colaborar con el resto de espacios de izquierda. Los partidos progresistas debemos dejar de ser campos de batalla, para convertirnos en un terreno fértil donde crecer, arraigar y transformar. Esto implica escucharnos, colaborar y priorizar el bien común sobre las lógicas de partido o facciones.

Se necesitan más espacios de encuentro reales, más allá de los momentos electorales, que permitan abandonar los marcos de competencia interna y trabajar por un horizonte común. Esto pasa, inevitablemente, por renovar viejas prácticas de desgaste interno y centrarse en los problemas que preocupan a la gente: vivienda, emergencia climática, trabajo, envejecimiento poblacional, cambios tecnológicos, entre otros.

La desafección política no es irreversible. Las fuerzas de izquierda, desde la CUP hasta la propia ERC, pasando por los Comunes, debemos demostrar que somos capaces de transformar las incertidumbres en certezas, y las divisiones en unidad de acción. Afrontar con éxito el nuevo ciclo político pasa por renovar nuestras organizaciones, nuestra cultura política a la hora de construir alianzas más allá de las contiendas electorales y ser capaces de trabajar para que una mayoría popular lidere una nueva ola de conquistas de derechos y libertades.

Publicado originalmente en Catalunya Plural.

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