La histórica Cistelleria Castell, fundada en 1830, ha cerrado sus puertas para siempre. Este comercio, dedicado a la artesanía y reparación de productos como cestas, sillas de enea y espardenyes, era un símbolo del barrio de Sarrià. Con su cierre, el barrio pierde no solo un negocio centenario, sino también un punto de encuentro que conectaba a vecinos y generaciones.
El cierre de la cistelleria refleja un problema generalizado en Barcelona: la presión de los alquileres y la especulación inmobiliaria. Según la Associació de Veïns de Sarrià, los precios desorbitados están asfixiando al pequeño comercio y dejando los barrios vacíos. “Cada vez hay más locales cerrados y los que quedan están en manos de unos pocos inversores que piden precios insostenibles para los comerciantes”, alerta su presidente, Jordi Bosch.
A esta problemática se suma la falta de medidas por parte del gobierno de Jaume Collboni. Mientras la gentrificación avanza, los barrios pierden su identidad y los vecinos se ven obligados a buscar alternativas fuera de la ciudad. “El comercio de proximidad no es solo una actividad económica; es parte de nuestro tejido social y cultural”, recuerda Bosch.
El cierre de la Cistelleria Castell es un aviso más de la urgencia de políticas públicas para proteger el comercio tradicional y frenar el avance de la especulación. Sin acción inmediata, Barcelona corre el riesgo de convertirse en una ciudad para turistas y grandes inversores, olvidando a las personas que la habitan y la construyen día a día.